jueves, 27 de agosto de 2015

Ebook VS Libro Tradicional

Son muchos los intelectuales y lectores empedernidos que se jactan al afirmar que lo tradicional supera a la innovación digital, especialmente en el ámbito de la lectura. Hoy después de todo, hay varios millones de personas en todo el mundo que disfrutan pasando páginas físicas, tangibles, en las que se puede escribir y subrayar, anotar y glosar, aquello que nos sugiere la lectura. 

   Curiosamente el libro electrónico es el único ámbito de comunicación que no termina de despegar entre los nuevos hábitos de consumo de los lectores, que se aferran a lo nostálgico que aporta el libro tradicional. Estos mismos lectores no desprecian en absoluto la tecnología pues a buen seguro, son usuarios de teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores y un sinfín de juguetes electrónicos que nacen para hacernos la vida más fácil; sinceramente creo que no lo terminan de conseguir. 

   Parece ser que tan solo un 16% de los usuarios de correo, redactan en papel, utilizan un sobre y le ponen un sello para que llegue a destino. Sin duda el correo electrónico es lo habitual. El tráfico de información que pulula digitalmente a nivel mundial es abrumador. Cierto es que este tipo de comunicación ha propiciado el acercamiento en las relaciones interpersonales, sólo un brindis por ello, debemos estar felices… pero en cuanto a los libros, esto es harina de otro costal. 

   Lo datos de consumo ponen de  manifiesto que los libros publicados en papel continúan siendo preferidos en dos de cada tres lectores a nivel general y en tres de cada cuatro en lo referente a lectores jóvenes. Otro ámbito interesante es la fotografía, donde sin duda ésta ha perdido terreno en la impresión en papel, optando por lo digital; sin embargo esta rendición de la fotografía es parcial pues un 45% prefiere la imagen impresa. 

   Además, con respecto a los libros electrónicos, ¿qué ocurre si queremos leer algo realmente viejo, publicado hace mucho tiempo, que no se encuentra en un catálogo digital?, me temo que debemos recurrir a la impresión en papel. 

   No seré yo quien reste importancia a este formato que admito, posee ciertas ventajas, la primera, el espacio. El precio, por qué no, es una ventaja con respecto al formato tradicional, pues los libros electrónicos, no el lector, son infinitamente más baratos; en estos momentos me acuerdo de la industria cultural. Además, con los ebooks puedes compartir citas, frases, palabras de tus autores favoritos en cualquier plataforma socio-digital, es la era de la inmediatez, eso es lo que te proporciona todo el mundo digital.

   Lo cierto es que el ser humano posee de manera innata la necesidad de arte,  y la escritura efectivamente lo es. Sin duda esta necesidad tiene un componente visual y la verdad, no imagino por ejemplo, la biblioteca vaticana, o la de Harvard, o incluso la British Library cuyas estanterías estuvieran repletas de ebooks. El libro físico es contenedor de arte. 


   El libro de papel posee como ya se ha señalado un olor, un tacto, un sonido, un peso que caracteriza la propia obra. Afortunadamente la literatura siempre nos acompañará en un formato o en otro y según los expertos lo digital no siempre mata lo tradicional. 

martes, 11 de agosto de 2015

El Quijote de Trapiello

¿Y si tuviéramos la fuente de la eterna sabiduría y pudiéramos beber de ella cuantas veces nos placiera?, preguntó tan osado alumno al viejo profesor; éste lo miró irónicamente y le respondió, si lo que quieres es salir de la mediocridad, entonces has de leer. La propuesta que presenta Trapiello, es absolutamente valiente y acertada. El mismísimo premio Nobel de literatura, Vargas Llosa afirma que la obra del Quijote ha rejuvenecido sin dejar de ser ella misma, poniéndose esta vez al alcance de muchos lectores. A quién por ejemplo no se le ha atragantado la lectura del Ulises de James Joyce, que aún a pesar del amor que se puede profesar a la lengua inglesa y a la literatura, siempre se tropieza con el mismo obstáculo, a saber, la dificultad de comprensión por unas técnicas narrativas tan depuradas. Esta adaptación o transcripción al lenguaje actual ayudará a lectores hispanohablantes a realizar una lectura más cómoda pero también a los cientos de miles de profesores que tienen como segunda lengua el español y que se esfuerzan cada día por todo el mundo, a enseñar las maravillas que encierra esta obra cumbre de la literatura española, hito por ser novela e introducir un nuevo género, hito por acabar con un género como es la literatura de caballerías e hito también por presentar el arquetipo de antihéroe como lo entendía Italo Calvino. Es sobradamente conocido que ha habido y hay, cientos de lectores que renuncian a leer esta obra emblemática porque el texto en el castellano que se hablaba hace 410 años les resulta demasiado difícil. Además el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página disuaden de leer la novela de Cervantes de principio a fin. Según Vargas Llosa, los lectores ahora, “podrán hacerlo, disfrutar de ella y acaso, sentirse incitados a enfrentarse, con mejores armas intelectuales, al texto original”. La nueva edición no reproduce la obra original y añade notas a pie de página para aclarar pasajes que pueden entrañar una mayor dificultad, ya sea por la distancia histórica y de costumbres, ya sea por una cuestión lingüística, sino que está adaptada al castellano actual. Lo que se consigue con esta adaptación es que el Quijote pueda pasar de ser un libro estudiado a ser un libro leído, devolverle esa espontaneidad con la que nació. Puede parecer que la lengua española no está tan lejos de la de Cervantes, pero lo cierto es que nadie habla como en el siglo XVII, y a veces casi ni la entendemos por escrito. El planteamiento de la traducción debe convertirse en una obligación cuando la obra verdaderamente no se entiende, no puede ser leída y mucho menos entendida. Muy sabiamente, el autor de esta traducción deja las primeras 12 palabras del Quijote porque verdaderamente son intraducibles, “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” este comienzo es como el Partenón, no se puede restaurar. Para entender la obra, debemos emprender un viaje doble, lo ideal sería que el lector, después de leer la obra de Trapiello, acuda al original y valore cada detalle, cada matiz…La versión de nuestro contemporáneo son unas buenas muletas para caminar con soltura, que es como se deben leer las novelas. Si queremos seguir hablando la lengua de Cervantes, don Quijote tiene que hablar nuestra lengua. De lo contrario, el Quijote se convertirá en un libro para especialistas. Otra de las dificultades con las que se encuentra el lector a la hora de afrontar la obra original de Cervantes no es solo el hecho de que el lenguaje sea el de la España de 1600, sino también porque Cervantes usa un lenguaje, ya anticuado para su propia época, para definir el habla del hidalgo y caracterizar así su querencia para las novelas de caballería medievales y renacentistas. Algo que los lectores de la época podían captar, pero que a duras penas pueden hacer los actuales (sin una formación adecuada). Reconoce Andrés Trapiello haber tardado 14 años en traducir este referente de la literatura, un libro que todo el mundo conoce y nadie ha leído. Sin duda la postura de esta adaptación es valiente, pues los más puristas recalcitrantes pueden ver traicionado el espíritu original de la obra, pero esto tiene una doble interpretación, pues gracias a esta adaptación se puede acercar un libro tan interesante, divertido y fundamental como es el Quijote a nuevas generaciones de lectores. Parece curioso que los lectores franceses, ingleses o rusos, puedan leer el Quijote en sus respectivas lenguas actuales y no en las del siglo XVII, ¿Por qué no ofrecerles a los lectores de lengua española la oportunidad de hacerlo también en español contemporáneo? De esta forma se prescinden de las más de 1500 notas a pie de página que explican cada palabra o cada giro lingüístico. Es tal la fuerza de la obra, su transparente magia, que enseguida nos atrapa como si la leyéramos por primera vez, como si no conociéramos el argumento de memoria , y cuando tenemos que interrumpir la lectura, estamos deseando volver a ella hasta que la terminamos un poco más sabios y también más humanos, sin acordarnos de si la prosa que estamos leyendo es la que escribió Cervantes o la que retocó Trapiello con su acreditada pasión cervantina.