lunes, 18 de agosto de 2014
Diálogos, diálogos, diálogos... a través de la palabra.
Habla, dijo el filósofo, para que te conozca. Comunícase el alma noblemente produciendo conceptuosas imágenes de sí en la mente del que oye, que es propiamente el conversar. No están presentes los que no se tratan, ni ausentes los que por escrito se comunican: viven los sabios varones ya pasados y nos hablan cada día en sus eternos escritos, iluminando perennemente los venideros. Y es que el hablar es atajo único para saber; hablando, los sabios engendran otros, y por la conversación se conduce al ánimo la sabiduría dulcemente. De aquí que las personas no pueden estar sin algún idioma común para la necesidad y para el gusto. De suerte que es la noble conversación hija del discurso, madre del saber, desahogo del alma, comercio de los corazones, vínculo de la amistad, pasto del contento y ocupación de las personas.
El hombre
Visto un león, están vistos todos, y vista una oveja, todas; pero visto un hombre, no está visto sino uno, y aún ése no bien conocido. Todos los tigres son crueles, las palomas sencillas y cada hombre de su naturaleza diferente. Proveyó la sagaz naturaleza de diferentes rostros para que fuesen los hombres conocidos, sus dichos y sus hechos (no se equivocasen los buenos con los ruines), y nadie pudiera solapar sus maldades con el semblante ajeno.
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