domingo, 24 de abril de 2011
Philosophía Antigua Poética (1596)
Se coincide en señalar que la función de la poesía fue mágica, como reconoce el propio T.S. Eliot en su “La función social de la Poesía”:
“La poesía puede tener una función consciente, deliberada: están, por ejemplo, las runas y cánticos tempranos, algunos de los cuales tenían propósitos mágicos muy prácticos: evitar el mal de ojo, curar cierta enfermedad o propiciar cierto demonio.”
Es por ello que la poesía estaba ligada a los conjuros y su objetivo era perfectamente preciso: mediante ritmos, danzas o rimas repetidas, los miembros de un grupo humano querían preservarse de las amenazas de una naturaleza tan temible como poderosa, muchas veces personificada en deidades abundantes y caprichosas. Esta parece la primera y sin duda más arcaica función de lo poético; sufrió diversas transformaciones en las primeras sociedades que conocieron la escritura y muchas veces se fundió con el corpus escrito de las grandes religiones, como se puede observar en la Biblia, que es una reunión de escritos de muy diverso origen, estilo y datación.
Junto a esta visión mágica existieron desde antiguo otras utilidades visibles. Por ejemplo la función didáctica que se vincula con el conocimiento de los conjuros e innovaciones para apaciguar las fuerzas naturales. De este modo, la poesía también transmitía saberes y conocimientos: acerca de la naturaleza, las leyes, ideales, vida social, política e incluso economía.
Otra utilidad de la poesía es la función social, colectiva y ritual que por ejemplo, en el teatro clásico griego describió Aristóteles como catarsis o purgación de las pasiones. Contemplando la tragedia de Sófocles Edipo Rey, el espectador ateniense experimentaba una agitación del espíritu, se identificaba con el héroe y sentía compasión por el destino aciago de Edipo, aunque también veía el horror mismo de Edipo ante sus propios actos, que sabía ineludibles, puesto que estaban determinados por la necesidad, más allá de su decisión e incluso más allá de la decisión de los dioses. Así, el espectador, junto con la compasión, sentía temor ante lo indiscutible del destino. Al hacerlo, se purificaba o purgaba de las propias pasiones.
Junto con estas utilidades inherentes a las artes de la palabra, muchos estudiosos convienen en la existencia de otros dos cometidos de la literatura. Por un lado, la función conservadora: es el poeta, en sentido amplio, quien guarda el registro de lo más rico y complejo de cada lengua y al hacerlo se convierte en el eslabón entre pasado y futuro. Por otro, la función innovadora: el creador no solo conserva sino que es capaz de dar forma a desafíos del mundo, y de la experiencia social o subjetiva que en cada época solicitan respuestas nuevas.
La tarea general de la poesía fue establecida el poeta latino Horacio en la Epístola a los Pisones:
Los poetas quieren ser útiles o deleitar o decir a la vez cosas agradables y adecuadas a la vida (…) Todos los votos se los lleva el que mezcla lo útil a lo agradable, deleita al lector al mismo tiempo que se le instruye.
Así “instruir y deleitar”, se convirtió en la máxima más corriente y admitida para explicar las funciones y exigencias del arte. Desde luego, a pesar de que en cada época se definió de modo diverso en qué consistía la instrucción o educación y, sobre todo, en qué consistía el deleite, la autoridad de Horacio no se discutía. Así y de este modo, Alonso Pinciano se ve ciertamente influenciado por el poeta latino, como se puede ver en su obra, Philosophia Antigua Poética. Sin avanzar más históricamente, es aquí donde nos apeamos para detenernos en el siglo XVI y descubrir qué sucedió en la poética de Alonso Pinciano.
Durante la primera mitad de 1500 se componen en España varios tratados doctrinales, sobre materia poética escritos en latín e incorporados a modo de apéndices en obras de carácter retórico. Destacan autores como Luis Vives, Sánchez de las Brozas, Antonio Llul. Pero de entre todos los autores de la época, destaca por encima de todos Alonso López Pinciano, pues escribe el tratado poético más significativo de este periodo, Philosophía Antigua Poética, publicado en 1596.
Ahora bien, como planteamiento general del siguiente trabajo, nos centraremos en ver cómo el Pinciano interpreta y asimila los conceptos de Platón, Aristóteles y Horacio, para después plasmarlo en su tratado teórico.
Como punto de partida, debemos señalar que la obra del Pinciano es aristotélica en su planteamiento y en su eje vertebral. Como es sobradamente conocido, el autor divide la obra en doce Epístolas, cuyos protagonistas Ugo, Fabrique y Pinciano, dan sentido a la obra con sus diálogos y conversaciones, para concluir con el personaje de don Gabriel. Igual que ocurre en la tradición literaria del Renacimiento (Pérez Oliva, Diálogo de la dignidad del hombre), cada personaje expone su punto de vista, convirtiéndose el texto en algo abierto. Esta técnica se basa en los diálogos de Platón.
Como principio general López Pinciano acepta la imitación, coincidiendo con Aristóteles, todo lo que es, puede ser sujeto de la mímesis y ha de ser expresado por medio del lenguaje. A lo largo del la Philosophia Antigua su lectura nos conduce hacia una visión clara: el Pinciano deja ver la fuerte base aristotélica que tiene el texto. La poesía es imitación y didáctica. Además, la imitación es connatural con el hombre desde la infancia.
Entre el año 1545 y 1563 tiene lugar El Concilio de Trento que va a condicionar en gran medida “las poéticas” venideras. Parecía un hecho sobradamente comprobado para los obispos asistentes a este Concilio, que la poesía agitaba las conciencias de las personas. Es por ello que propongan que la finalidad de la poesía ha de estar relacionado no con el deleite sino con la enseñanza (la poesía instruye). Contrariamente, López Pinciano admite la utilidad de la poesía, pero su obra deja bien claro que no desdeña el deleite. Es ahí donde se ven claras concomitancias con la teoría de Horacio.
Junto a la enseñanza y al deleite Pinciano reconoce el valor catártico de la poesía, donde sin duda se ve la influencia aristotélica en su formación teórica.
La teoría poética del Renacimiento, basándose en Aristóteles (es irreprochable la grandísima influencia del autor griego en todos los teóricos renacentistas, incluido Pinciano), da prioridad al contenido ficcional en detrimento del histórico. Se considera, como ya se ha señalado, que la poesía se basa en la mimesis, y sobre ella actúa la creación del poeta. Esta creación tiene un límite y por ello la invención del poeta no puede superar la creación de la obra, pues de lo contrario, ésta se convertiría en “obra fabulosa”. Desde la Poética de Aristóteles se considera la ficcionalidad como estatuto ontológico que confiere y otorga especificidad a las creaciones lingüísticas literarias frente a las no literarias. Dentro de las creaciones literarias mismas, hay dos ámbitos diferentes, por un lado hay una relación referencial indirecta del mundo literario y por otro, existe el estatuto autónomo del propio acto de habla y de su fuente de lenguaje: del cruce de ambos surge la ficcionalización. Como señalan diversos autores, los mundos que el escritor crea son mundos posibles y, en consecuencia, pueden ser total o parcialmente homólogos al orbe de nuestra experiencia. Estos mundos posibles (ficticios o no) interesan, precisamente, por cuanto dicen sobre el mundo que conocemos: cómo fue, cómo es, cómo podría o debería o no debería ser. Se distingue entre lo verdadero que responde a las reglas del mundo real y el mundo de lo ficcional verosímil: sus reglas no son las del mundo real efectivo, aunque sí homólogas a ellas.
Relacionado a lo más arriba señalado, surge por lo tanto un concepto fundamental en la teoría literaria en general y en la de Alonso Pinciano en particular, es el de verosimilitud. La verosimilitud tiene que ver con la credibilidad de lo que se narra. Relaciona en su obra verosimilitud y moralidad, y además relaciona poética, historia y verosimilitud. Además, este concepto no puede separarse del de decoro del que está a favor Pinciano. Rechaza las acciones violentas pues se debe cuidar el comportamiento de los personajes, el tiempo y el lugar de la acción, porque el comportamiento de un hombre y una mujer no ha de ser el mismo, además de intervenir en este comportamiento la edad y la condición social del personaje. Aquí se vuelve a percibir las enseñanzas aprendidas de Aristóteles y Horacio.
A medida que nos adentramos en la época barroca, se percibe una mayor incidencia del deleitar de la poesía, a pesar de que Pinciano se centre más en “el enseñar”. Pinciano distingue por tanto entre enseñar y deleitar, mostrando una vez más su influencia horaciana.
Si nos remontamos a la obra de Platón, vemos que en su estética aparece el problema de la literatura como conocimiento, aunque el filósofo concluya que la obra poética no puede ser nunca adecuado vehículo de conocimiento. Según Platón, la imitación poética no constituye un proceso revelador de la verdad, y así se opone a la filosofía, que partiendo de las cosas y de los seres, asciende a la consideración de Ideas, realidad última y fundamental; la poesía, en efecto, se limita a proporcionar una copia, una imitación de las cosas y de los seres, que, a su vez, son imagen (phántasma) de las Ideas. Para Platón, la poesía es una imitación de imitaciones y creadora de vanas apariencias.
Este problema cobra relieve excepcional en Aristóteles, pues en la Poética se afirma claramente que “la Poesía es más filosófica y más elevada que la Historia, ya que la Poesía narra con preferencia lo universal, y la Historia, lo particular.” Por consiguiente, mientras que Platón condena la mimesis poética como medio inadecuado para alcanzar la verdad, Aristóteles la considera instrumento válido desde el punto de vista de la teoría del conocimiento: el poeta, a diferencia del historiador, no representa hechos o situaciones particulares; el poeta crea un mundo coherente en que los acontecimientos son representados en su universalidad, según la ley de la probabilidad o de la necesidad, esclareciendo de este modo la naturaleza profunda de la acción humana y de sus móviles. Al leer la Philosophia Antigua del Pinciano, uno reflexiona y se da cuenta como el autor renacentista se fijó más en Aristóteles que en Platón. Asumiendo de todos modos, que la presentación de la obra de Alonso Pinciano, sigue el esquema y la estructura de los diálogos de Platón.
Cree Pinciano en el valor catártico de la poesía, como ya se ha venido señalando en este trabajo. Alonso Pinciano leyó exhaustivamente la obra de Aristóteles y convino en argumentar el problema de la catarsis como finalidad de la literatura. En la Poética se afirma explícitamente por medio del Estagirita que la función propia de la poesía es el placer (hedoné); no un placer grosero y corruptor, sino puro y elevado. Este placer ofrecido por la poesía no debe, pues, ser considerado como simple manifestación lúdica, sino más bien entendido en una perspectiva ética, como se define de la famosa definición aristotélica de la tragedia: “La tragedia es una imitación de una acción elevada y completa, dotada de extensión, en un lenguaje templado, con formas diferentes en cada parte, que se vale de la acción y no de la narración, y que, por medio de la compasión y del temor, produce la purificación de tales pasiones”
Aristóteles tomó el término “catarsis” del lenguaje médico, en el que se designaba un proceso purificador que limpia el cuerpo de elementos nocivos. El filósofo, sin embargo, al referirse al efecto catártico de la tragedia, no piensa en un proceso de depuración terapéutica o mística, sino en un proceso purificador de naturaleza psicológico-intelectual. La cuestión de los efectos catárticos de la literatura volvió a interesar a los teóricos varios siglos después, en el XVI cuando Pinciano escribió su Philosophia Antigua, y como ya se ha venido repitiendo hasta la saciedad, toma las ideas de Aristóteles para vertebrar su obra. Si bien es cierto que el texto de la Poética dio lugar a muchas y divergentes interpretaciones. Tengamos en cuenta que la obra del filósofo griego tuvo origen muchos siglos antes del surgir del Pinciano, cuando las exigencias espirituales, éticas y artísticas. Lo que parece evidente, con la aparición de textos como el de Alonso Pinciano, es que la Poética suscitó un amplio movimiento de teorización literaria que, en la segunda mitad del siglo XVI alcanzó gran relieve. Previo al Pinciano, surge la interpretación moralista de la catarsis, escrita por Vicenzo Maggi. Afirma este teórico que Aristóteles al escribir que la tragedia produce la purificación de tales pasiones, quería significar que la poesía trágica no sólo purifica la compasión y el temor, sino también otras pasiones similares, como la ira, la lujuria y la avaricia, obstáculos para una vida virtuosa. Parece clara la visión moralizante que de la literatura tiene Maggi, a la que se unen otros muchos críticos como Segni, Bargagli, Mazzoni, etc. Una segunda interpretación es la conocida por los eruditos como mitridática (antídoto), y fue defendida por autores del XVI como Robortello, Minturno, Vettori, Castelvetro. En esta línea de pensamiento se incluye Alonso Pinciano. Es una interpretación fiel al pensamiento aristotélico e insiste en la clarificación racional de las pasiones de la poesía trágica, pues el espectador, pues el espectador, según Castelvetro, al ver las tribulaciones que sin razón acontecen a otros y que pueden acontecerle también a él, se da cuenta cómo está sujeto a muchas desventuras, y prepara el espíritu de acuerdo con tal estado de cosas.
Hasta el siglo XVIII, se considera que toda creación poética se basa en la imitación de una realidad, de una naturaleza interior o exterior. Como hemos señalado, la obra de Platón y la de Aristóteles han resultado matriz fundamental para tantos principios informadores del arte occidental, y sin los cuales no se podría entender la obra de Alonso Pinciano, objeto de este trabajo. Los dos filósofos griegos han constituido la inspiración para las elaboraciones teóricas de la concepción imitativa o mimética de la poesía, aunque el concepto de mimesis en Platón no coincida con el mismo concepto en Aristóteles. Pinciano bebió de sus fuentes para la creación de Philosophia Antigua Poética, basándose especialmente en el poeta macedonio.
En el Pinciano, el concepto de mimesis desempeña un papel muy importante, tanto en la caracterización de la naturaleza de la poesía, como en la justificación de ésta. Como así lo leyó en la Poética. Aunque Pinciano diste en la concepción básica de mimesis con respecto a Platón, hay un elemento fundamental común en ambas teorías: la noción de que toda obra poética (como toda obra de arte) tiene que mantener una relación de semejanza y de adecuación con una realidad natural ya existente, coincidencia encontrada, por supuesto, en la Poética de Aristóteles.
Se dice que una de las cualidades que ha de tener un buen escritor, es la constancia. Pinciano lo sabía y vio en el quehacer de Horacio un buen ejemplo de ello. La honra y la inmortalidad de la fama es entendida como corona, que representa los valores más altos en una sociedad jerarquizada. Ahora bien, la subida al alto monte que representa estos valores viene dado por el trabajo. Pinciano utiliza la función apelativa de la literatura y nos insta a la lectura del poeta latino. El trabajo ha de llevarse a cabo con abstinencia de vino y Venus, y con sudor frío y madrugar y trasnochar. Según Horacio, la obra que salga de esta abstinencia será muy buena. El poeta que su arte ejercita a fin e intento de enseñar desinteresadamente, conseguirá su arte en la franqueza y libertad que ella nació. Es verdad que el arte tiene como fin el deleite, también la enseñanza, principio horaciano de la función poética.
Se ve en la obra de Pinciano rasgos significativos de autores como Platón y Horacio, pero es sin duda, y como ya se ha venido repitiendo líneas más arriba, Aristóteles el autor que vertebra la obra de Alonso López Pinciano, cuya Poética se convirtió en fuente de inspiración para todos los teóricos que se han asomado al mundo de la Teoría Literaria.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario