lunes, 19 de octubre de 2015

Me gusta cuando callas

ME gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

jueves, 10 de septiembre de 2015

EL PROCLIVE SENTIMIENTO AUTOLÍTICO DEL ESCRITOR



   Prometeo robó el fuego del Olimpo, un fuego que Zeus negó a los hombres, eso hace el escritor, robar la esencia imaginaria que los hombres poseen para no negarla sino ponerla a disposición de otros hombres.

   La historia de la Literatura presenta un sinfín de escritores que se quemaron con el fuego de Prometeo porque precisamente tuvieron la gallardía suficiente de ir a por él. Salgari, Virginia Woolf, Horacio Quiroga, Séneca, Sócrates, Larra son algunos de los escritores que figuran en la nómina de los escritores suicidas. 

   Cuando un artista, sea escritor o pertenezca a cualquier otra disciplina, genera arte es porque el ser humano se conoce incompleto, suple carencias, digamos. Los más radicales, los que se atreven a coger el fuego aún con riesgo de quemarse, son más proclives a su propia autodestrucción. 

   El psicoanalista Roberto Longhi sostiene que “es tan misterioso el acto de la creación como el impulso que lleva a un artista a quemarse en su propio fuego y levantar la mano contra sí mismo.” 
El viaje de la creatividad es duro y azaroso, se necesita una fuerte personalidad para que ese viaje sea de ida y vuelta, no sólo de ida. 
   La frustración literaria empujó sin duda a Frank Kennedy Toole a desviar los gases de su tubo de escape hacia el habitáculo de su coche; otros se quitaron del medio por vergüenza de exponer públicamente su homosexualidad o incluso un plagio. Algunos se quitaron del medio por padecer una incurable enfermedad; sin duda, la depresión como deidad encarnada podría estar detrás de muchas de estas muertes. 
   El polaco Tadeusz Borowski, superviviente de Auschwitz y autor del libro, “Por aquí se va al gas, damas y caballeros…” se suicidó dos años después de publicarlo, adivinen cómo, con gas… Esta modalidad de suicidio ha tenido bastante predicamento entre los escritores.

   El escritor japonés Mishima se suicidó al estilo samurai. Otros instrumentos quizá menos glamurosos fueron los cuchillos, navajas, abrecartas, como fue el caso de Salgari. Más rápido y efectivo es hacerse con un arma de fuego, como fue el caso de Hemingway o Larra. 

   El escritor contemporáneo Patricio Pron, de nacionalidad argentina, propone una historia alternativa de la Literatura, articulada en torno a las afinidades entre escritores que revelan los métodos para poner fin a su vida. 

   Parece obvio que escribir no es una profesión de riesgo, a menos que el escritor se encuentre bajo un régimen totalitario, sumido en una represión feroz. Ser mujer y escribir añade un plus de riesgo, al menos hasta hace no demasiados años. 

   Si el suicidio ha sido siempre un acto rodeado de condena y ocultación (hoy día, sin ir más lejos, existe un código deontológico por el que la prensa no publica los suicidios), se antoja inimaginable lo que debió sentir Joseph Conrad al sobrevivir a un disparo en el pecho, o Edgar Allan Poe al intentar sin éxito quitarse la vida con láudano tras la muerte de su mujer. 

   Nada puede ser más triste que lo que aconteció a Carson McCullers: sobrevivió a un intento de quitarse la vida pero su marido, obsesionado con un supuesto pacto de suicida, se mató poco después. 


  Juzguen ustedes mismos, ¿Quieren comenzar a escribir? 

jueves, 27 de agosto de 2015

Ebook VS Libro Tradicional

Son muchos los intelectuales y lectores empedernidos que se jactan al afirmar que lo tradicional supera a la innovación digital, especialmente en el ámbito de la lectura. Hoy después de todo, hay varios millones de personas en todo el mundo que disfrutan pasando páginas físicas, tangibles, en las que se puede escribir y subrayar, anotar y glosar, aquello que nos sugiere la lectura. 

   Curiosamente el libro electrónico es el único ámbito de comunicación que no termina de despegar entre los nuevos hábitos de consumo de los lectores, que se aferran a lo nostálgico que aporta el libro tradicional. Estos mismos lectores no desprecian en absoluto la tecnología pues a buen seguro, son usuarios de teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores y un sinfín de juguetes electrónicos que nacen para hacernos la vida más fácil; sinceramente creo que no lo terminan de conseguir. 

   Parece ser que tan solo un 16% de los usuarios de correo, redactan en papel, utilizan un sobre y le ponen un sello para que llegue a destino. Sin duda el correo electrónico es lo habitual. El tráfico de información que pulula digitalmente a nivel mundial es abrumador. Cierto es que este tipo de comunicación ha propiciado el acercamiento en las relaciones interpersonales, sólo un brindis por ello, debemos estar felices… pero en cuanto a los libros, esto es harina de otro costal. 

   Lo datos de consumo ponen de  manifiesto que los libros publicados en papel continúan siendo preferidos en dos de cada tres lectores a nivel general y en tres de cada cuatro en lo referente a lectores jóvenes. Otro ámbito interesante es la fotografía, donde sin duda ésta ha perdido terreno en la impresión en papel, optando por lo digital; sin embargo esta rendición de la fotografía es parcial pues un 45% prefiere la imagen impresa. 

   Además, con respecto a los libros electrónicos, ¿qué ocurre si queremos leer algo realmente viejo, publicado hace mucho tiempo, que no se encuentra en un catálogo digital?, me temo que debemos recurrir a la impresión en papel. 

   No seré yo quien reste importancia a este formato que admito, posee ciertas ventajas, la primera, el espacio. El precio, por qué no, es una ventaja con respecto al formato tradicional, pues los libros electrónicos, no el lector, son infinitamente más baratos; en estos momentos me acuerdo de la industria cultural. Además, con los ebooks puedes compartir citas, frases, palabras de tus autores favoritos en cualquier plataforma socio-digital, es la era de la inmediatez, eso es lo que te proporciona todo el mundo digital.

   Lo cierto es que el ser humano posee de manera innata la necesidad de arte,  y la escritura efectivamente lo es. Sin duda esta necesidad tiene un componente visual y la verdad, no imagino por ejemplo, la biblioteca vaticana, o la de Harvard, o incluso la British Library cuyas estanterías estuvieran repletas de ebooks. El libro físico es contenedor de arte. 


   El libro de papel posee como ya se ha señalado un olor, un tacto, un sonido, un peso que caracteriza la propia obra. Afortunadamente la literatura siempre nos acompañará en un formato o en otro y según los expertos lo digital no siempre mata lo tradicional. 

martes, 11 de agosto de 2015

El Quijote de Trapiello

¿Y si tuviéramos la fuente de la eterna sabiduría y pudiéramos beber de ella cuantas veces nos placiera?, preguntó tan osado alumno al viejo profesor; éste lo miró irónicamente y le respondió, si lo que quieres es salir de la mediocridad, entonces has de leer. La propuesta que presenta Trapiello, es absolutamente valiente y acertada. El mismísimo premio Nobel de literatura, Vargas Llosa afirma que la obra del Quijote ha rejuvenecido sin dejar de ser ella misma, poniéndose esta vez al alcance de muchos lectores. A quién por ejemplo no se le ha atragantado la lectura del Ulises de James Joyce, que aún a pesar del amor que se puede profesar a la lengua inglesa y a la literatura, siempre se tropieza con el mismo obstáculo, a saber, la dificultad de comprensión por unas técnicas narrativas tan depuradas. Esta adaptación o transcripción al lenguaje actual ayudará a lectores hispanohablantes a realizar una lectura más cómoda pero también a los cientos de miles de profesores que tienen como segunda lengua el español y que se esfuerzan cada día por todo el mundo, a enseñar las maravillas que encierra esta obra cumbre de la literatura española, hito por ser novela e introducir un nuevo género, hito por acabar con un género como es la literatura de caballerías e hito también por presentar el arquetipo de antihéroe como lo entendía Italo Calvino. Es sobradamente conocido que ha habido y hay, cientos de lectores que renuncian a leer esta obra emblemática porque el texto en el castellano que se hablaba hace 410 años les resulta demasiado difícil. Además el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página disuaden de leer la novela de Cervantes de principio a fin. Según Vargas Llosa, los lectores ahora, “podrán hacerlo, disfrutar de ella y acaso, sentirse incitados a enfrentarse, con mejores armas intelectuales, al texto original”. La nueva edición no reproduce la obra original y añade notas a pie de página para aclarar pasajes que pueden entrañar una mayor dificultad, ya sea por la distancia histórica y de costumbres, ya sea por una cuestión lingüística, sino que está adaptada al castellano actual. Lo que se consigue con esta adaptación es que el Quijote pueda pasar de ser un libro estudiado a ser un libro leído, devolverle esa espontaneidad con la que nació. Puede parecer que la lengua española no está tan lejos de la de Cervantes, pero lo cierto es que nadie habla como en el siglo XVII, y a veces casi ni la entendemos por escrito. El planteamiento de la traducción debe convertirse en una obligación cuando la obra verdaderamente no se entiende, no puede ser leída y mucho menos entendida. Muy sabiamente, el autor de esta traducción deja las primeras 12 palabras del Quijote porque verdaderamente son intraducibles, “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” este comienzo es como el Partenón, no se puede restaurar. Para entender la obra, debemos emprender un viaje doble, lo ideal sería que el lector, después de leer la obra de Trapiello, acuda al original y valore cada detalle, cada matiz…La versión de nuestro contemporáneo son unas buenas muletas para caminar con soltura, que es como se deben leer las novelas. Si queremos seguir hablando la lengua de Cervantes, don Quijote tiene que hablar nuestra lengua. De lo contrario, el Quijote se convertirá en un libro para especialistas. Otra de las dificultades con las que se encuentra el lector a la hora de afrontar la obra original de Cervantes no es solo el hecho de que el lenguaje sea el de la España de 1600, sino también porque Cervantes usa un lenguaje, ya anticuado para su propia época, para definir el habla del hidalgo y caracterizar así su querencia para las novelas de caballería medievales y renacentistas. Algo que los lectores de la época podían captar, pero que a duras penas pueden hacer los actuales (sin una formación adecuada). Reconoce Andrés Trapiello haber tardado 14 años en traducir este referente de la literatura, un libro que todo el mundo conoce y nadie ha leído. Sin duda la postura de esta adaptación es valiente, pues los más puristas recalcitrantes pueden ver traicionado el espíritu original de la obra, pero esto tiene una doble interpretación, pues gracias a esta adaptación se puede acercar un libro tan interesante, divertido y fundamental como es el Quijote a nuevas generaciones de lectores. Parece curioso que los lectores franceses, ingleses o rusos, puedan leer el Quijote en sus respectivas lenguas actuales y no en las del siglo XVII, ¿Por qué no ofrecerles a los lectores de lengua española la oportunidad de hacerlo también en español contemporáneo? De esta forma se prescinden de las más de 1500 notas a pie de página que explican cada palabra o cada giro lingüístico. Es tal la fuerza de la obra, su transparente magia, que enseguida nos atrapa como si la leyéramos por primera vez, como si no conociéramos el argumento de memoria , y cuando tenemos que interrumpir la lectura, estamos deseando volver a ella hasta que la terminamos un poco más sabios y también más humanos, sin acordarnos de si la prosa que estamos leyendo es la que escribió Cervantes o la que retocó Trapiello con su acreditada pasión cervantina.

jueves, 15 de enero de 2015

No volveré a ser joven

Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde ­ como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos ­ envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra.