sábado, 10 de abril de 2010
El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval(M.J. de Larra)
El Bachiller, Juan Pérez de Munguía se encuentra envuelto en su profesión de “escritor”, divagando y reflexionando sobre qué escribir, tarea nada fácil. Vuelta para un lado, vuelta para otro. De este modo y por el cansancio que dichas divagaciones le proporcionan, el Bachiller tiene a bien meterse en la cama a esperar a que la inspiración le haga una visita. La inspiración no llega pero lo que sí llega es su amigo que lo intenta rescatar de su cómoda postura para acudir a “las máscaras”. No sin dificultad consiguen llegar a donde tiene lugar la fiesta, que la variedad de gentes y de dominós es infinita, lo que proporciona una gran inspiración al Bachiller. La descripción de los personajes está repleta de fina ironía y de un uso del lenguaje superior, especialmente para poner de manifiesto la edad de alguno de invitados a esa fiesta. (205).
La descripción de la habitación donde tiene lugar la fiesta también se encuentra llena de ironía, por lo pequeña que ésta es: (206). Una máscara se le aproxima (metonimia) para decirle que su amante, Paquita, se encuentra en la fiesta, pero también su marido. Mal negocio. Pone de manifiesto la infidelidad como modalidad de engaño en un mundo de máscaras, aunque el dominó de el Bachiller es el mismo que el de los amantes que asisten a la fiesta, vaya fastidio, todo el mundo se dirige a él equivocadamente. El bachiller es capaz incluso de seguir la broma pues ello le divierte, y así se lo hace saber al lector, interpelándolo y haciéndole partícipe de tan gran diversión. (208)
Después de momentos tan hilarantes abandona el Bachiller la fiesta dejando atrás capa, amantes y confusión. Pues bien, reflexionando Juan Pérez sobre lo que había acontecido en dicho baile de disfraces, donde reinaba la confusión, cae en la cuenta e insta a sus lectores que reparen en que la verdadera falsedad no está en las caretas de cartón bien confeccionadas sino en la hipocresía de don Braulio o el engaño que esconde el rostro angelical de doña Julianita, quien no tiene piedad con sus pretendientes. El hombre amable y cortés es en realidad un grosero y un tirano con aquella que entregue su corazón a él. Más pérfida que su careta, es su cara.
Tanto trajín y movimiento había provocado en el Bachiller un hambre irresistible y cuando se decide a sentarse a cenar con su amigo, el sitio no era el mas apropiado pues pululaban por el local un sinfín de jóvenes con sus máscaras puestas. Después de la mediocre cena vuelven al baile y debido al cansancio se apoya en una esquina y se queda dormido. En ese momento el Bachiller comienza a soñar, inicia un viaje de la mano de Asmodeo, héroe del Diablo Cojuelo, quien le revela que el carnaval se da todo el año. Suspendido en el aire divisa Madrid y la gente que en él habita, un joven, una mujer, un abogado, el médico que atiende al moribundo, los novios que se prometen fidelidad, un militar: todo falsedad.
Asmodeo y el Bachiller se dan un paseo por el teatro, lugar donde las máscaras no existen. Divisan un decorado con la salida de los actores, intérpretes de viejos personajes griegos.
Repentinamente el Bachiller despierta en la fiesta de disfraces y vuelve en sí reclamando a voces la presencia de Asmodeo, los invitados congregados junto a él. Se encuentra hambriento y reconoce que todo el año es carnaval.
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