lunes, 20 de diciembre de 2010
Alegoría: Presencia en la ausencia (Prof. F. Rodríguez de la Flor, por Licenciado Vidriera)
La alegoría recarga cualquier objeto y todo objeto es suceptible de ser alegórico, es decir que, incluso hasta el objeto más zafio se puede interpretar alegóricamente. La alegoría es presencia, material y simbólica, muestra sobre todo una realidad subyacente. Heidegger manifestó acerca de la obra: "es una cosa que se ha materializado y dice algo más, nos comunica algo más de la literariedad de la cosa". La alegoría es materia informada, embestida y es que la alegoría une el plano físico y el plano metafísico.
Alegoría es discurso que comunica otra cosa, dice algo y es entendido algo diferente, es la evocación del otro. Es lo que está de lo que no está. Según San Isidoro, el ser humano no lee el mundo en términos literales, esa segunda lectura es la alegoría y el hombre es un ser herido por la semiosis. Incluso, Unamuno, apostado en la Plaza Anaya de Salamanca, cuando observaba las torres de las catedrales (la nueva y la vieja) se decía para sí "¿Qué me quieren estas torres?" Porque Unamuno veía más allá de la magnífica construcción, del aspecto estético, las torres comunicaban alegóricamente a Unamuno. Y es que el hombre es un ser de extrañamiento perpetuo. Ese extrañamiento viene condicionado por la distancia, concepto fundamental dentro de la propia alegoría. Alienado por su pensamiento del mundo material y encontrar otro sentido, el hombre se quiere proveer de explicaciones sobre el mundo, está obligado a sentir que algo representa una ausencia en la presencia.
El hombre como alegorista debe descubrir claves para ese segundo sentido lleno de riesgos porque no hay seguridad sobre ese segundo mensaje. Poseemos intuiciones y desgarros pero no una creencia ni un manual que desvele el segundo mensaje de los objetos.
Por ejemplo el grabado "Naufragio de la Esperanza" de David Friedrich va más allá del hecho literal del propio naufragio, es un fracaso de la esperanza y ahí es donde nace el campo alegórico. Y es que la esperanza es siempre pospuesta siempre al viviente según W. Benjamin, poca esperanza para la redención.
La alegoría nos conduce a significados que no están establecidos. Hay una construcción personal del sentido, trata de dar corporalidad a lo inmaterial. Por todo ello, el lenguaje es una obra maestra de la alegoría y es capaz de evocar lo que nunca ha sido o lo que ha sido y ya no es. Así por ejemplo, San Anselmo en su argumento ontológico de la existencia de Dios, utiliza la palabra como prueba irrefutable y, si a Dios se le nombra y aparece en nuestro lenguaje, es por ello que existe.
Lo alegórico apunta al espacio religioso y la alegoría más enorme es la que dice que el mundo es espejo del otro mundo, es un relato mesiánico y un impulso metafísico. La alegoría es un género religioso en sus orígenes y debemos respetarlo y no perderlo. La lectura alegórica y el metarrelato de las estatuas, esculturas, cuadros, se ha perdido. Ahora nos quedamos en el mero límite estético pero no se va más allá, lo alegórico lamentablemente queda en un segundo plano.
La alegoría es "performativa", la comprensión del trasmundo. Por ejemplo, la caída del caballo de San Pablo como punto sin retorno, la llamada de Jesuscristo, provoca la entrada en el mundo religioso por parte de muchos espectadores de esa obra. Es alegórico y performativo.
El fundamento religioso de la alegoría tiene una base primitiva, el hombre tras su evolución es un ser inconformista y ve en el mundo significados porque está en déficit de sentido. Quiere ser y leer lo que no puede ver. Si bien es cierto que la estética se encuentra bajo un potencial estético, sensación de algo que está llamado a perderse pero que le damos una vuelta más. El pensamiento alegórico restaura lo que está desalojado por el tiempo, es la cultura de la "detención", querer parar lo que ha sido y hacerlo estar.
El drama del ser humano y punto de fusión de la cultura es la estructura efímera del mundo y es ahí, donde la alegoría es una sutura de la inminente desaparición, es una mirada que petrifica e inmortaliza. En la alegoría no se persigue la belleza sino el significado y es ella, la que nos ofrece una satisfacción y un consuelo quimérico. Conservar algo de lo que fue, se convierte en un atractivo para el hombre. Es el reencuentro del hombre con lo que ha sido y ya no es. El alegorista ve por encima de la faz estética del mundo y ve la marca de lo efímero. Un ejemplo de ello, es el grabado de Durero, "El caballero y la muerte"; el alegorista ve la entidad terrible de lo que será y el poeta lo representa por el Eros y el Alteros. El pensamiento alegórico conecta con la melancolía, los hombres profundos son melancólicos pues ven en la posesión, la pérdida.
La flecha del tiempo que atraviesa todo, conecta con la alegoría, pero ésta también es profética, lo que ha de venir como promesa mesiánica. El alegorista se mueve por la flecha temporal con soltura. El tono profético de la alegoría, lo que va a venir, se puede leer en los textos antiguos; los testamentos son revelación de profecías que se entregan con un signo. Así lo hacía Lucrecia de León en la corte de Felipe II, con su profecías y sus sueños enigmáticos. La alegoría provoca una inmovilización de los fantasmas, hacemos que se queden. Así, se contruye la figura de Orfeo que representa la figura de Cristo, la lira que porta Orfeo es la cruz de Cristo. Los alegoristas suavizan lo efímero, son un bálsamo consolador.
Todas las artes poseen una genealogía alegórica por el sentido de la redención: así por ejemplo Plinio para la pintura, Platón para la escritura que con la retórica mantiene la belleza. Además la alegoría rompe las barreras entre hombres y animales, éstos representan una verdad y un mensaje. Los objetos del mundo nos quieren decir algo y Allan Poe lo representa con la muerte de la amante que es contemplada por el enamorado, de repente un cuervo hace presencia en la ventana de la morada, entra y se posa en la estatua de Minerva, es entonces cuando el enamorado le pregunta al cuervo el por qué de su presencia... indudablemente el joven ve algo alegórico en esa presentación y le inquiere ¿la volveré a ver? y el cuervo dice NEVERMORE NEVERMORE. Poe presenta una cuestión ya cerrada, la resurección ya no es recurrente e incluso la propia iglesia así lo admite de manera encriptada. En las homilías se habla del bien y del mal pero no de la resurrección pues se ha convertido en una alegoría cerrada.
La alegoría despierta inquietud en el ser humano, se cuestiona lo que no está, quiere materializarlo para referenciar lo que no está. La alegoría carga la intensidad de su reclamo en un momento que se nos ha dado.
El mar es de nuevo una gran alegoría de lo indominable pues no se pueden trazar caminos en él, solo estelas como decía Machado. La humedad de ese mar, representa en el discurso de los falocráticos, lo femenino. Para el alegorista lo importante consiste en escapar de la absorción melancólica, debe sobreponerse a la literariedad del mundo. Lo efímero es un peligro para el alegorista puesto que puede caer en la catatonia, en la melancolía como le pasa al ángel en el cuadro de Durero. Las alegorías pretendieron que ese objeto exterior (DIOS) esté representado por la astrología. Nos encontramos en el "anus mundi" pero la manera que hay de salir de él es gracias a las cosas mundanas, en las que podemos ver alegorías.
La película "El gran silencio" de Philip Gröning trata de la orden de los cartujos que viven en la inmanencia. Para ellos cada gesto tiene un significado, pueden observar una madera y reflexionar sobre ella. Para ellos cada segundo es sagrado y pueden esperar al Señor en cualquier segundo. Son alegoristas y no hablan. Sánchez Cotán es un cartujo y bodegonista cuyos cuadros representan una alegoría: los sencillos alimentos tienen como fondo el propio universo, representado por el color negro, detrás de lo estético hay una alegoría.
Los cristos pasionarios son extremadamente alegóricos y representan la victoria final sobre la muerte. La alegoría enciende el ánimo del que lo ve, es performativa, incita a arrodillarse al devoto que ve la imagen.
Se le preguntó a Miguel Espinosa ¿qué es el mundo? a lo que contestó cogiendo un encendedor y mirándolo con reflexión, el mundo es este mechero y lo que no es este mechero. El procedimiento alegórico desstaca lo material del objeto como el cristianismo muestra la cruz. Porque el objeto deriva en lo sublime. Cualquier objeto visto aisladamente pierde su significado y adquiere propiedades alegóricas, es el enigma de la materia. Calderón decía que el sueño a partir de un determinado umbral se convierte en mundo y el mundo se convierte en sueño.
¿Qué objetos tienen más potencia alegórica? Las Ruinas poseen una forma alegórica que carece de ella si esas ruinas están reconstruidas. El objeto ha sido destruido de su forma literal, ya no puede ser utilizado. Es una potencia alegórica y como ejemplo tenemos "Las ruinas de Palmira".
Otro de los objetos que tienen más potencial alegórico es el cráneo, la calavera, mil veces referenciado y presentado. La calavera da estructura al cuerpo y es un sofisticado jeroglífico. Jesucristo fue crucificado en el Gólgota que significa calavera, "Cristo sobre la calavera".
Los alegoristas quiere reconstruir el mensaje positivo como en el cuadro de Juan de Valdés Leal, "El jeroglífico de la muerte": la lectura alegórica del cuadro nos aleja de lo tétrico que éste es. Se trata de una parábola horrible donde la negrura es protagonista. La lectura alegórica asegura la inmortalidad pero la revisión profana de la sociedad del capitalismo tardío, asegura que la resurrección es el Archivo: la forma de trascender el tiempo. Por ello, los grandes autores están en la gran Biblioteca Universal. La referencia para este apartado es la obra de Boris Groys, "La política de la inmortalidad".
Para terminar he de señalar que, si te alejas de las cosas, de los objetos se convierten en basura, el desecho es recuperable y esa basura es hermosa ahora, para ilustrar este aspecto apelamos a la obra de José Luis Pardo, "Nunca fue la basura tan hermosa".
Para terminar debemos leer el poema de Rafael Morales, "Cántico doloroso al cubo de la basura"
Tu curva humilde, forma silenciosa,
le pone un triste anillo a la basura.
En ti se hizo redonda la ternura,
se hizo redonda, suave y dolorosa.
Cada cosa que encierras, cada cosa
tuvo esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí de una naranja se aventura
la herida piel silente y penumbrosa.
Aquí de una manzana verde y fría
un resto llora zumo delicado
entre un polvo que nubla su agonía.
Oh, viejo cubo sucio y resignado,
desde tu corazón la pena envía
el llanto de lo humilde y lo olvidado
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario