sábado, 28 de noviembre de 2009

Drácula: Coppola y Stoker


DRÁCULA, DESDE BRAM STOKER HASTA FORD COPPOLA



La novela de Stoker pertenece a un movimiento literario popular gestado en Inglaterra a finales de del siglo XVIII que surge como respuesta al pensamiento dominante de la Ilustración y que se caracteriza por ser una expresión estética, emocional e incluso filosófica; es ésta la literatura gótica.

Esta literatura posee una estructura que se derrumba, de horribles escenarios, de sentimientos prohibidos y caos sobrenatural. Es por ello, que el gótico quiere de alguna manera subvertir las normas del Racionalismo, ensalzando elementos sobrenaturales y elementos inhumanos. Presenta esta literatura un esplendor en ruinas, un hermoso caos que el lector asimila desde el comienzo de cualquier novela con estética gótica.

Por lo tanto, este es el punto de partida de una novela que ha sido adaptada al cine en numerosas ocasiones, siendo Francis Ford Coppola uno de los muchos que se han añadido a esta lista de directores que se han fijado en la novela de Bram Stoker para convertirla en experiencia fílmica. En este sentido se puede afirmar que Drácula se ha convertido en un icono cultural, es un mito literario que ha alcanzado la universalidad, especialmente por el uso que el cine ha hecho de él. A ello ha contribuido notablemente Coppola que ha visto en este vampiro, un personaje que encarna el amor y que trasciende el tiempo y el espacio.

Fue el teatro, antes que el cine, el que contribuyó al éxito de la novela de Bram Stoker y desde entonces la popularidad de la novela en general y del vampiro en particular no ha encontrado límite. La obra se representó en el teatro con enorme éxito y sin duda su impacto teatral impulsó la difusión de la novela.

La extensa filmografía es la mejor prueba de la universalidad del mito, pero también ha encontrado en otros medios de difusión cabida: radio, cómic, televisión, musicales. Pero sin duda, es el cine, el arte que más ha prestigiado la novela de Stoker.
Antes de analizar el trabajo que Francis Ford Coppola ha llevado a cabo, es pertinente señalar algunas de las técnicas narrativa que Stoker utiliza en su novela. La técnica que utiliza es de estilo fragmentario, es decir, entremezcla cartas, fragmentos de diarios, recortes de periódicos, telegramas, consiguiendo que la trama se presente de manera realista y con diferentes puntos de vista. Conjuga dos atmósferas, la real y la sobrenatural, logrando que el misterio y el horror se introduzcan en un melodrama costumbrita y victoriano. Bram Stoker de manera magistral, presenta a su villano con sus poderes sobrehumanos y acto seguido lo mantiene en un segundo plano como una sombra amenazadora. El relato es simétrico y presenta un itinerario de ida y vuelta, movimiento de Harker y Drácula; Londres y los Cárpatos.

Ahora bien, ¿qué nos presenta Francis Ford Coppola? ¿Qué consigue extraer este director de la novela de Stoker? Parece sobradamente comprobado que la intención de este creador fílmico es retornar, con su interpretación, a la fuente original y no realizar una simple revisión de la novela. Coppola presta especial atención a las estructuras de adaptación, siendo éstas realmente fieles a la fuente literaria de la que proviene la novela, pues Coppola considera que la fidelidad de la fuente mejora la adaptación fílmica. Parece significativo que, el hermano de Coppola fuera profesor de Literatura Comparada en la Universidad de San Francisco (Augusto Coppola, padre de Nicolas Cage) y que orientara al director de cine en sus gustos literarios. La colisión que se produce ente la novela gótica y la sensibilidad de Coppola, genera un resultado excepcional, llegando a situar esta película entre una de las mejores adaptaciones con las que cuenta la empresa “Hollywood”. Cierto es que, el director de cine, apela sin reparos a la fidelidad de la obra para conseguir una buena adaptación, aunque ésta es relativa. Sin ir más lejos, la primera escena de la película no está en la novela. Parece encomiable esta introducción del film, puesto que con ella consigue presentarnos al “monstruo” un poco más humano. Basta recordar que, el obispo encarnado por Anthony Hopkins no solo comunica al guerrero, al defensor de la Fe, que su amada ha muerto, sino que además ésta no puede descansar en paz en suelo sagrado puesto que ha cometido suicidio, un pecado mortal y repudiado por la iglesia a la que el obispo representa. Es entonces cuando el conde Drácula le declara la guerra al mismísimo Dios. Un grito de desesperación envuelve toda la sala de proyección, creando una simpatía con el espectador. Es ahí donde la mano de Coppola se muestra mágica. Dios queda relegado a un segundo plano, éste ahora pertenece a otro bando, a un ejército contrario al héroe, al guerrero, al arquetipo de la literatura, al mito. El público está de parte del héroe pues hay una gran justificación por medio: el amor y la pérdida de éste. A continuación, magistralmente Coppola introduce los créditos Bram Stoker’s Drácula. Pero esa introducción no es de Stoker.

En la adaptación de Francis Ford Coppola, Drácula recupera la esencia de su creador. Como ejemplo, la sugerente Lucy se muestra sensual para con sus pretendientes, del mismo modo que Mina resulta ser un personaje recatado y casto, muy cerca de la concepción stokeriana. Y es que la sexualidad está presente en todo el libro y en toda la película, teniendo en cuenta que la perspectiva no puede ser nunca la misma. Existe una distancia temporal y cultural entre las dos obras. Si analizamos someramente la sociedad victoriana desde la perspectiva sexual, nos encontramos la existencia de una inequívoca doble moral, en la que el puritanismo y la prostitución se entremezclan en el Londres del siglo XIX. Como dato, en esta ciudad había unas dos mil prostitutas. El puritanismo y la doble moral son propias de la época. Nos encontramos por tanto con una época sexualmente muy represiva pero increíblemente prolífica bajo su superficie. Las enfermedades de transmisión sexual fueron muy corrientes en la época victoriana. En la película de Coppola también encontramos escenas de sexo muy explícitas. Conviene poner de relieve que el estreno del film, se produce en la “edad del sida”, en los años en los que el VIH está más presente en nuestra sociedad y sin duda esto modifica la actitud del espectador al presenciar ese festín que las novias de Drácula tienen con el joven Harker. Quizá produzca distancia o pecado o miedo y se adopte cierta actitud de rechazo.
El Drácula de Coppola es un relato de exilio espiritual, de un príncipe que se da una segunda oportunidad por la reencarnación de su princesa perdida en una historia circular de sacrificio y salvación a través del amor, un amor humano y sobrenatural que está presente en toda la novela y que en la experiencia fílmica el torrente de sentimientos es desbordante.

La puesta en escena de Coppola es otra de las características que conviene señalar porque es, cuando menos, curiosa. Las batallas iniciales parecen hechas con simples marionetas que no se corresponden con una superproducción hollywoodiense. A pesar de ello, el espectador ve en ello verosimilitud y bajo un pacto firmado imaginariamente, se admite sin reproche. Esas mismas marionetas aparecen posteriormente en un “peep show” de Londres. Parece que el director quiere llamar la atención sobre la artificiosidad de su obra. Es como si quisiera transmitir al espectador que se encuentra ante una obra de ficción y eso marca una distancia entre libro y película. El libro utiliza un tono que quiere ser realista, el film todo lo contrario.
La presentación del personaje de Drácula por parte de Coppola es magistral. A través de las técnicas del maquillaje, nos muestra al personaje, en la secuencia inicial del castillo como un ser incómodo de ver, perfectamente producido y cuidado en su horripilante aspecto. Por el contrario, una vez en Londres y cuando se presenta a Mina, es éste un personaje joven, bien parecido y encantador.

El drácula de Stoker es más un monstruo que mata sin sentido y destruye sin coartada. Muy lejos del de Coppola que se ha convertido en un héroe romántico. Mina quiere ser mordida, quiere ser rescatada de su muerte en vida, de su aburrimiento. Sin embargo, el conde de nuevo por amor, no quiere morderla y convertirla en lo que él sí es. Esto está muy alejado de la obra original de Stoker.

Coppola cambia una historia de terror en una historia de redención a través del amor y la sexualidad femenina. Este gentil y amable Drácula representa una salida del horror en lugar de revolcarse en él.

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